Ignacio Gracia Noriega
Las tumbas sagradas
El sepulcro de Santiago como origen y razón de los caminos a Compostela
Es interesante la teoría expuesta por el arqueólogo Iván Muñiz en el Simposio internacional sobre el primitivo camino Jacobeo celebrado en Oviedo. Como es evidente, este camino se basa en una tumba: aquella a la que el decapitado apóstol Santiago se dirigió a la busca de su propio sepulcro y en las tierras lejanas y nebulosas de occidente, allí donde la tierra acaba y empieza la tierra del otro lado, donde se encuentran el jardín de las Hespérides, el Reino de los Muertos y todavía no se sospechaba que hubiera otro mundo.
Aquello era otra tierra totalmente distinta de la Mediterránea. El Elíseo o el Tártaro podían encontrarse allí y lejanos individuos conjeturaban que podía existir otro mundo. Descabezado y sin timón, en una lancha de piedra, a la manera céltica, como Tristán, Santiago arribó al reino pagano de la reina Lupa y unas luces en la noche advirtieran de que en aquel lugar se producían prodigios. Con el culto a Santiago se abre una nita de peregrinaciones que recorren todos los puntos de Europa, en busca de una tumba que nunca fue encontrada. o que en principio era un milagro luminoso, de luces en la noche, según Iván Muñiz, se convirtió en una búsqueda ideológica en la que lucharon los intereses políticos de la monarquía asturiana, que consideraron que el extremo Noroeste era el lugar idóneo para situar la tumba, dado que la mayoría de las rebeliones y conspiraciones gallegas consumían un problema para los reyes asturianos.
Alfonso II respalda la invención de la tumba de Santiago y Alfonso III la consolida. Observa Iván Muñiz que no deja de ser curioso que en las crónicas asturianas apenas se mencionen el camino y el culto a Santiago. La mayoría de las rebeliones gallegas tienen lugar en Lugo, la provincia más próxima a Asturias. En realidad, los caminos jacobeos, que tanto esplendor alcanzaron en Europa, Aragón y Navarra, por Galicia pasan de refilón y solo necesariamente porque es la meta, y el camino asturiano o primer camino es de importancia menor que el esplendoroso Camino Francés.
Según Muñiz, Santiago viene a sustituir a dos santos protectores, el Salvador y San Martín, cuya toponimia abunda a lo largo de Asturias. Difícil es encontrar un lugar de Asturias en el que no haya advocación a San Martín, en principio, el santo patrono de los peregrinos franceses. Oviedo queda aislado del Gran Camino y para solucionarlo los peregrinos franceses inventan el chascarrillo de "quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y dejar al Señor", dando a entender que el Salvador adorado en Oviedo es de menos categoría que el Salvador del mundo, cuya imponente imagen se encuentra en la Catedral ovetense con manto rojo y capa azul y en actitud de bendecir el mundo, que tiene en sus mano. Para ello se trazó la ruta secundaria a través de las montañas, para salir a Oviedo, y de allí continuar rumbo al oeste.
Se han hecho bastantes interpretaciones políticas del camino de Santiago, y ésta, relacionada con los conflictos con Galicia de la monarquía asturiana, tiene que implica algunas antiguas pretensiones políticas, tiene un cierto aire de novedad. Al género fantástico pertenece el hombre decapitado que busca su tumba. Y el aluvión de peregrinos europeos desvanece las pretensiones localistas por otras de carácter espiritual y cultural. En su momento de mayor esplendor, las diferencias entre Galicia y Asturias ya no existen, la política tiene un sentido más universal y mientras por el Norte entra el gran aluvión jacobeo, por el Sur los reyes leoneses fijan en el Duero sus fronteras con el moro.
Iván Muñiz afirma que la historia del reino de Asturias "es de sangre y fuego, y el Camino forma parte de ella". Como la formación de los primitivos reinos, tanto peninsulares como en el resto de Europa.
Esta violencia jalona un camino de tumbas. No se les ha concedido especial importancia a las tumbas del Camino. Las tumbas son de rango inferior a las reliquias, a las qtie se acercaban las peregrinas a orar y a dar limosna.
Sabido es que no es lo mismo la tumba de un obispo o de un conde que la de un peregrino anónimo, pero las oraciones por unos y por otros pueden ser aprovechadas por los intereses generales del templo que cobija el cementerio.
No debemos confundir el Camino y la tumba con el Paraíso. Al Paraíso se llega por otras vías, más dificultosas que las terrestres. Pero tal vez sea una buena preparación para la otra vida. De hecho, más allá del mar están la mansión de la muerte, aunque el peregrino que muere en el Camino, en él queda. Y una de las condiciones del viaje es el regreso. Todo peregrino que parte lo hace con el propósito de volver, a veces utilizando otro camino para no perder reliquia ni ermita milagrosa, Si el Gran Camino es el Francés, el de regreso invita a la dispersión. Pocos peregrinos marcan el camino de vuelta. Pero en todos los lugares se encuentra algún lugar piadoso, la reliquia sagrada, la tumba de un peregrino.
Dos tumbas tienen especial importancia por su singularidad. En Eunate, ermita octogonal situada en medio de la nada, antes de llegar a Puente de la Reina, se supone que existe un enterramiento de peregrinos escandinavos, un walhalla germánico en lo hondo de la desolación de la meseta. El escritor norteamericano James A. Michener se pregunta qué párroco oficiaba aquí, que clase de feligreses tenía. En la actualidad es un lugar tan misterioso y solitario como en los tiempos de las peregrinaciones y posee un aire trágico en su soledad y lejanía.
Más alegre es Vilar de Donas, delicadamente femenino, entre Portomarín y Rosario, próximo a Palas de Rey. Cunquetro protesta por "unos honrosos nichos de cemento adornados con pequeñas hornacinas en la que la piedad ingenua ha colocado pequeñas imágenes de la Virgen y del Niño Jesús. Parece urgente el traslado del camposanto del Villar a otro lugar para despejar el atrio ante el claustro".
En lo demás, el pequeño monasterio es una maravilla de buen gusto, que fue cementerio militar y cristiano, de "piedras bajo las que yacía la flor de la caballería del país".
Destacan las estatuas de dos yacentes amados: Diego Pérez de Ulloa, vestido con todos sus hierros y las manos enguantadas sostienen sobre su persona la ancha hoja de una espada de piedra, y el conde Amarante, descansando sobre los lomos de dos leones y su can a los pies. En uno de los altares laterales hay un Grial, el cáliz donde Cristo consagró su sangre. La impresión de Villar de Donas es de delicado romanticismo, en tanto que Eunate posee un aire guerrero, misterioso y germánico.
Muchas joyas guarda el Camino, casi todas ellas fuera de Asturias, y cada cual más variada y sorprendente. Hemos empezado hablando de reyes ensangrentados (¿quién no lo fue entonces?), y hemos llegado a dos joyas muy distintas.
La impresión de Eunate y de Villar de Donas es imborrable: Eunate bajo la luz de la luna y Vilar de Donas en medio de la verdura gallega.
La Nueva España · 23 julio 2016