Ignacio Gracia Noriega
El pabellón Bombé
La Revolución de 1934 destruyó un café, instalado donde luego se edificó La Granja, que tuvo gran éxito por su atractivo
Por desgracia, ya quedarán pocos que se acuerdan del Pabellón Bombé. Los establecimientos, los edificios, las calles, son como las personas: existen mientras continúan por el mundo sus contemporáneos, quienes pueden dar fe de ellos porque los frecuentaron. Cuando desaparece el último cliente de un establecimiento, ese establecimiento muere inexorablemente.
El nombre del Bombé es de sonido exótico. Tolivar Faes conjetura que su procedencia puede ser francesa, y «quizá no sea ajeno a la estancia en Oviedo de las tropas napoleónicas». Ahora bien, hasta donde alcanzo, no he encontrado explicación para ese nombre tan extraño, que suena incluso a onomatopeya infantil. Cuando se inician las obras del paseo del Bombé, en 1830, todavía vivían muchas personas que habían sido testigos de la estancia de los franceses en Oviedo, y es natural que la palabra «bombé» tuviera para ellas un significado que para nosotros se ha perdido. El paseo se construyó con restos de derribos y de otras obras, y para sus muros se destinaron los materiales de la derruida capilla de la Magdalena del Campo, situada en el terreno que se extendía entre la actual plaza de la Escandalera y el teatro Campoamor, y donde se celebraban mercados antes de 1274. Otros materiales para el Bombé eran de época más reciente, como los de la Puerta del Campo, derribada durante la guerra de la Independencia, y las barandillas de hierro procedían del real castillo-fortaleza arruinado por el general Bonet también durante la francesada, situado en donde más tarde estuvo el edificio de la Telefónica, en la plaza que actualmente lleva el nombre de Porlier, un guerrillero muy activo contra los franceses. Es irónico que el Bombé, que mantuvo su nombre de fonética afrancesada, se haya edificado con restos materiales de destrucciones causadas durante la guerra contra los franceses. Algo que, si se piensa en ello, es muy difícil de digerir, porque lo que resurge con restos de destrucciones francesas conserva inamovible su nombre francés.A nadie se le ocurrió darle a ese paseo el nombre de un general africanista, de un revolucionario socialista o de un jefe local y provincial del Movimiento, ni tampoco, que se sepa, se han hecho los esfuerzos pertinentes para traducirlo al bable. ¿Cómo se dirá «Bombé» en la «llingua de nós»? Supongo que «bombé», porque no queda otra, pero con otro acento. Y eso sí, lo que me extraña es que los profesionales del «chapapote» y embadurnadores de carteles en general no hayan añadido a los lugares donde figura «Bombé» el consabido «n’ast».
El paseo del Bombé se inaugura en 1833. Con el tiempo, el lugar sería conocido por los nombres de Salón Bombé y Pabellón Bombé, y una de sus consecuencias fue el paseo de los Curas, según insinúa Tolivar Faes. Pues este paseo famoso, entre el Bombé y la calle de Santa Susana, no es tan antiguo como pudiera suponerse. Tendrá unos ciento veinte o ciento treinta años. Lo frecuentaban los clérigos porque se encontraba discretamente apartado, pero al tiempo, según apunta Tolivar Faes, «lo bastante próximo al Bombé para poder observar su animación y escuchar sin dificultad la música o los conciertos». Por esta época, el Campo San Francisco conoció importantes transformaciones. En la década de los ochenta del siglo XIX se hicieron diversas obras y proyectos, y se presentó alAyuntamiento una moción que detalla Juan de Lillo en «Oviedo, crónica de un siglo», tomo I: «Proponían la reforma del lago, disminuyendo su profundidad de manera que el servicio de aguas sea suficiente para la necesaria constante renovación, y la apertura de una carretera desde el Fielato del Campo hasta enlazar con la calle de Milicias, siguiendo la línea de la posesión del señor Olivares.Y una vez construida, suprimirán la carretera que separa el Bombé de la Fuente de las Ranas. Figuraba asimismo en la moción la continuación del paseo del Bombé hasta aquella fuente, y la prolongación, en toda la longitud del paseo, de la faja de jardín y talud que hoy termina en la escalinata de la fuente del caracol, además de la reforma de la fuente monumental para aprovechar su gran caudal de agua en nuevos surtidores. Figuraba también en la propuesta el embellecimiento del Jardín Botánico con arcos en sus entradas, un gran cenador que cubra la plazoleta y una piscina y un local para aves y pájaros, aprovechando al efecto el quiosco que encerraba la antigua fuente.A la vez, los firmantes proponían la expropiación de la finca vecina al vivero con el fin de plantar árboles de las principales especies que sean más a propósito para su propagación por esta provincia. Paralelamente aconsejaban que debería colocarse el invernadero por la parte del Hospital para que esté al mediodía, pero se suspenderá su colocación hasta que desaparezca el mencionado centro. Finalmente, indicaban que el bosque terraplenará de manera que sus aguas viertan sobre los caminos».
Algunos años después de esta moción, que en parte fue tenida en cuenta, la Corporación municipal estudió en 1889 los planos del arquitecto municipal Juan Miguel de la Guardia y las condiciones de subasta para la construcción de la balaustrada de la escalinata del paseo del Bombé. Cuatro años después, el indiano Santos Rodríguez Valdés solicitó la autorización para construir un quiosco de música a sus expensas. El paso definitivo lo da Mauricio Escosura Cónsul, presidente del Casino, en 1896, al solicitar permiso para construir un pabellón en las inmediaciones del paseo del bombé con planos del arquitecto provincial Nicolás M. Rivero, para solaz de los socios y sus familias. El informe del arquitecto municipal señala que «el proyecto de que se trata, no solo por su forma ha de ser un elemento de variedad y buen gusto en la ornamentación del parque, sino que también por su destino ha de contribuir a la amenidad de aquel sitio y a la brillantez de las fiestas que en él se celebren».
El Ayuntamiento exigió al Casino, a cambio de la autorización, que realizase algunas obras en torno al Bombé, como el allanamiento de tierras y la formación de un paseo en la parte baja del pabellón, plantación de árboles y plantas de adorno. El pabellón fue construido por el industrial avilesino Gregorio Ovies, según Juan de Lillo, «antes del tiempo pactado, no sólo a satisfacción de los directivos del Casino, sino con el elogio general de los ovetenses».
Ya en el siglo XX, funcionaban en el Campo unas escuelas públicas instaladas en una edificación de madera, conocidas por las Escuelas del Bosque, que en 1920 o 1921 fueron trasladadas a otro edificio de la calle Sacramento. El pabellón de madera fue aprovechado como lugar de entrenamiento de boxeadores, habida cuenta de que por aquella época, mucho antes de que Antonio Masip fuera alcalde y la aboliera, había en Oviedo una gran afición boxística. Al decaer la afición, esta vez sin intervención de Masip, digámoslo en su honor, elAyuntamiento decidió ceder el pabellón para la instalación de un café, solicitada por Cándido Muñoz, quien de pastor en Palencia había llegado a ser uno de los impulsores de la hostelería ovetense. Quedó una edificación muy vistosa, que Luis Arrones Peón describe del siguiente modo: «La estructura general era de madera. El cuerpo del centro tenía forma octogonal, con unas cristaleras artísticas en su parte alta, y se remataba en cúpula. A ambos lados había breves galerías, que servían como terrazas cubiertas. Estaba enclavado en el mismo solar donde luego se edificó La Granja».
El éxito de público del establecimiento fue inmediato, por lo que Cándido Muñoz López le confió su administración a su hijo Ángel Muñoz González, encargado del café Campoamor, asociado a Fernando Prado Pevida. El lugar era muy atractivo y la gran afluencia de público sólo disminuía por el invierno, a causa de los inconvenientes meteorológicos. Pero durante la primavera y el verano, y primeros meses del otoño, con el bosque que lo rodeaba en todo su esplendor, ir hasta el Pabellón Bombé constituía un paseo delicioso, en una época en la que la gente era menos deportista que ahora y las distancias parecían mayores.A los atractivos naturales del bosque se añadían los conciertos de la banda de música en el Bombé, que tenían lugar los jueves y los domingos por la mañana. En el Pabellón Bombé empezaron a formarse tertulias. Se consumían grandes cantidades de gaseosas «de boliche» y allí se empezó a servir en Oviedo la naranjada natural, obteniéndose el zumo de las naranjas con grandes mazas de madera. También tenían gran éxito los helados y las patatas fritas. Con motivo de las fiestas de la Balesquida era tradicional ir al Pabellón Bombé a comer el bollo preñado y a beber la botella de vino. Durante el invierno, aunque se instalaron estufas, resultaron insuficientes para caldearlo, por lo que cerraba durante los tres meses más crudos.
Durante la Revolución de 1934, el pabellón fue destruido y Prado Pevida asesinado. La guerra de 1936-37 fue la puntilla. Sobre su solar, Ángel Muñoz y Luis Morilla edificaron La Granja. Es otra historia.
La Nueva España · 8 agosto 2009