Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, De Transición y copas

Ignacio Gracia Noriega

La Plataforma para la Defensa del Patrimonio Cultural y Artístico

La consecuencia más positiva del robo de las joyas fue la creación de la Plataforma para la Defensa del Patrimonio Cultural y Artístico de Asturias, que se formó en una reunión celebrada en el Seminario Diocesano de Oviedo el 30 de agosto de 1977, martes y festividad de San Pelayo. Acudieron los representantes de los partidos y grupos que habían participado en las anteriores reuniones, y como caso excepcional, el PSOE estaba representado por el diputado Emilio Barbón acompañado de una señora rubia de peluquería y algo entrada en carnes, a quien presentó como la pintora María Antonia Salomé, la mejor artista plástica de Asturias según ella misma se ocupó de dar a entender de inmediato y cuya característica más señalada era que firmaba todo junto, Mariantonia, como Josemaría Escrivá de Balaguer. Si en la reunión anterior, celebrada también en el Seminario el día 24, una señora que se anunció como miembro de Acción Católica nos dio tozudamente la lata porque no se había empleado la palabra «cristiano» en los comunicados a la prensa, la pintora/restauradora Mariantonia Salomé la superó con creces en esta reunión y en las posteriores. Empezó intentando hacer creer a la concurrencia que el PSOE ya había elaborado un amplio programa para la defensa del patrimonio artístico de Asturias que, tal como lo expuso ella, se componía de vaguedades y trivialidades para salir del paso, y una genialidad: trasladar las joyas de la Cámara Santa a Santa María del Naranco para que allí estuvieran oportunamente custodiadas, supongo que por un retén de guardias armados.

Aunque yo supongo que el PSOE no se tomaría en serio a la pintura/artista Mariantonia, sino que la enviaba a la plataforma para dinamitarla desde dentro, de acuerdo con el principio establecido por Gómez Llorente de que el partido nunca estaría en ninguna asociación que no controlara, es cierto que el PSOE, por aquel tiempo, alardeaba de tener soluciones para todas las cuestiones planteadas, tanto en el aspecto político como en el cultural y urbanístico. En cierta ocasión fuimos Ramón Cavanilles y yo a los locales de ese partido en el edificio de Alsa a pedirles una firma para la presentación del plan especial al Ayuntamiento de Oviedo y nos recibió en la cafetería Puri Tomás en compañía de una morenaza muy aparente con unos pantalones tejanos muy ajustados que resultó ser, ni más ni menos, Carmen Romero, la mujer de Felipe González, en carne mortal, y que por casualidad, sin duda, se llama igual que la distinguida esposa del dictador mejicano Porfirio Díaz.

La señora Romero se interesó por nuestro asunto, y una vez que le hubimos explicado qué era la plataforma, nos echó la bronca didáctica, a la que son tan aficionados los socialistas, y concluyó con estas palabras grandiosas:

–¿Para qué se preocupan ustedes de la protección del patrimonio artístico? Voten a los socialistas en las próximas elecciones municipales y ése y otros problemas se habrán solucionado de manera natural.

Y se quedó más redonda que ancha. Menos mal que firmaron, me parece que las dos: ella por el PSOE y Puri por UGT.

Volvamos a la reunión del 30 de agosto, en la que se decidió designar una comisión gestora para la constitución de la plataforma, formada por el arquitecto Guillermo Zarracina, Freire, del MC, y yo como independiente, aunque Masip seguía empeñado en presentarme como representante del PSOE, mientras a Ramón Cavanilles se le encomendaron las relaciones con el Arzobispado y el cabildo. A la comisión gestora se unió doña Amelia Valcárcel y Bernaldo de Quirós, que por aquel entonces empezada a adoptar aires de dama de la alta sociedad hasta el extremo que algunos ya la conocían por «la Princesa de Asturias», en tanto que los compañeros de Universidad la llamaban «la Muertina», debido a su palidez. Por aquel entonces Amelia, que siempre me pareció una mujer inteligente y con sentido del humor, aunque egoísta y despiadada, que sólo iba a lo suyo sin que le importaran lo más mínimo lo demás ni los demás, navegaba por las aguas oscuras y sin puerto del nacionalismo radical, muy en la línea de su marido, el esteta Luis Javier Álvarez, uno de los fundadores del Conceyu Bable. Poco después, el también bablista Xuan Xosé Sánchez Vicente, más conocido por «Equis Equis» y cuando fue diputado provincial por «el diputado quiniela», que procedía del PSP, se pasó al PSOE, lo que fue motivo de las más descarnadas burlas por parte de Amelia. Burlas de las que sin duda se olvidó cuando ella misma se pasó al PSOE, dejó de hablar bable y empezó a fumar puros para impresionar a Alfonso Guerra.

En cuanto a Sánchez Vicente, reconozco que en aquella época yo le atacaba desde la prensa, un día sí y otro también, con alguna exageración. Con el tiempo, fui modificando mi actitud, que en ningún caso era personal, sino política. Yo siempre fui contrario a la politización del bable. En lo personal, Sánchez Vicente me parece un buen tipo, hacia el que he llegado a tener aprecio.

El día 2 de septiembre Freire y yo hicimos un esquema de la constitución y fines de la plataforma, que redacté yo, lo mismo que una nota para la prensa. Me encontraba aquella noche en la redacción de LA NUEVA ESPAÑA, charlando con Carlos Rodríguez, muy preocupado por una andanada que le había soltado la Coordinadora de las Asociaciones de Vecinos, cuando llegó un joven y famoso boxeador ovetense, José Ramón Gómez Fouz, a informar de que la noche anterior su mánager Roberto Prieto, que tenía un taxi, había recibido siete puñaladas de cuatro gitanos que le habían requerido para una carrera hasta Carbayín. Gómez Fouz, que no me conocía, me tomó por un político y me dijo que los diputados deberían preocuparse por aquellas cosas y no por discutir sobre nada. Esa fue mi primera relación con quien, con el tiempo, sería uno de mis mejores amigos.

El martes 6 de septiembre volvimos a reunirnos en el Seminario. Yo leí el borrador ante representantes de Unidad Regionalista, PSOE, PC, MC, PSP, ANA, CNA, Bandera Roja y del departamento de Arte de la Universidad de Oviedo. Toto Castañón, que dirigía una galería de arte en Oviedo, fue nombrado moderador, y yo secretario de actas, pero a los pocos minutos el flamante presidente tuvo un mareo, por lo que me tocó lidiar en solitario contra la incontinencia verbal de la pintora/escultora Mariantonia Salomé, la cual, desabridamente y con aires de superioridad, puso objeciones a todo lo que se estaba tratando, hasta que tuve que pedirle que guardara el turno de intervenciones o se fuera. Se quedó, pero no volvió a hablar, y debo destacar que éste fue el único incidente que se produjo en los casi dos años que la plataforma siguió actuando y reuniéndose. Como resultado de esta reunión se designó una comisión técnica para la evaluación del patrimonio artístico asturiano, compuesta por Joaquín Manzanares, Emilio Marcos Vallaure, Alejandro Mieres, etcétera, y otra comisión política integrada por Amelia Valcárcel (las damas primero), Ramón Cavanilles y yo, con el mandato de entrevistarnos con el Arzobispo, que entonces lo era don Gabino Díaz Merchán, en el plazo de una semana. Como don Gabino era muy amigo de Cavanilles, no hubo ningún inconveniente para que nos recibiera. El día (o por mejor decir, primeras horas de la tarde) que fuimos a verle a la Casa Sacerdotal, se nos unió Antonio Masip. Don Gabino nos preguntó si queríamos tomar algo. Masip se apresuró a contestar:

–No, Eminencia. No deseamos molestarle.

–No es molestia -contestó don Gabino- comprenderá que no voy a ser yo quien me ponga a preparar el café.

De este modo empezó a funcionar la plataforma. Nos encontrábamos reunidos en el Seminario el martes 13 de septiembre, y mientras Masip proponía formar una comisión para ir a Madrid a presionar al ministro de Interior, el camaleónico Martín Villa, para que se activasen las medidas destinadas a la detención del ladrón de las joyas (se discutía si eran uno o dos ladrones), se abrió la puerta del aula y asomó la cabeza Silverio Cerra para comunicarnos que acababa de escuchar por televisión que el ladrón había sido detenido. Entonces Masip pasó de clamar por la detención del caco a pedir clemencia para él; a lo que contestó el canónigo Emilio Olavarri que más valía no precipitarse y conocer antes las circunstancias de delito.

Como el asunto del robo de las joyas pasaba a otra jurisdicción, la plataforma pasó a ocuparse de otros asuntos relacionados con el patrimonio cultural y artístico de Asturias, para lo que siguió funcionando una directiva mínima, compuesta por Cavanilles, Amelia Valcárcel y yo, que conseguimos mantener unidos durante más de un año a los diferentes partidos y grupos integrantes, pero a contar con la agresiva suspicacia del PSOE, la olímpica indiferencia de UCD y la absoluta inexistencia de AP, que en ésta y otras cuestiones se comportaba como si fuera la prescindible delegación de algún partido que actuaba en otra galaxia. Para desarrollar las actividades se estableció una mínima cuota, para sellos y poco más. Los del MC aportaron algún dinero, y el único partido que pagaba puntualmente la cuota era el PTE. Estoy convencido de que su representante, José Ramón Sariego, lo ponía de su bolsillo.

La Plataforma fracasó en la defensa de la quinta de Concha Heres, en la calle Toreno, que acabó demolida por un capricho del Banco de España, que de este modo renunció, según lamentaba Manolo Avello en una de sus habituales colaboraciones en LA NUEVA ESPAÑA, a tener uno de los mejores edificios bancarios de España a cambio de otro que parecía una gasolinera. A causa de este derribo se produjeron manifestaciones no autorizadas que fueron disueltas por la Policía. En una de ellas, la Policía Armada disparó balas de goma por primera vez en Oviedo; una de estas balas golpeó a Maribel Azpiuri, provocándole un moratón considerable. Pero la sangre no llegó al río (entre otras cosas, porque las balas eran de goma), y el hecho de que no se hubieran empleado hasta entonces revela la relativa tranquilidad con que se desarrolló la transición asturiana.

Mientras había manifestaciones en las calles, nosotros estábamos reunidos en los locales de ANA, en la calle Uría. Al salir, vi que varios jóvenes rodeaban un coche 1.500 detenido en el semáforo ante la Diputación, conducido por un policía armada. Los jóvenes zarandearon el coche y estuvieron a punto de volcarlo; el conductor, pese a ser agente de la ley, no esperó a que abriera el semáforo para pisar el acelerador y salir pitando.

El gran logro de la plataforma fue la confección de un catálogo de los edificios singulares de Oviedo (medievales, renacentistas, modernistas, etcétera) confeccionado con la colaboración de diversos arquitectos: Fernando Nanclares, Joaquín Cores, Guillermo Zarracina, Javier Calzadilla, Esteban y Alfonso Iglesias, y de manera muy especial, Ramón Fernández Rañada, que puso en la obra todo su entusiasmo, sus grandes conocimientos técnicos y su experiencia como negociador político, dada su condición de representante de los Independientes de García Trevijano (aquel famoso notario que vestía como un plantador rico de Jamaica y a quien el PSOE acusó, cuando quiso desprestigiarlo, de haberle regalado un tanque al dictador guineano Macías que cumplía las funciones de coche oficial blindado), y su enorme talento para el trato con todo el mundo. Rañada, con su barba alborotada, la mirada vehemente y la corbata escocesa que le había prestado Ramón Cavanilles cierta vez que fueron a conspirar a París y acabaron cenando con Santiago Carrillo y un canónigo progresista, fue el principal artífice del catálogo, el cual se presentó al Ayuntamiento de Oviedo con el apoyo de prácticamente todas las formaciones políticas implantadas en Asturias.

La plataforma siguió actuando, cada vez con menos apoyos, y acabó dándole la puntilla el PSOE, en una reunión (la última), celebrada en ANA, a la que envió a Pedro de Silva en funciones de cachetero. El futuro presidente del Principado, recién ingresado en las criticadas filas socialdemócratas y sin duda para hacer méritos, cumplió concienzudamente su cometido, y si bien en las labores de puntillero no hay elegancia, por lo menos se comportó con educación. Peor hubiera sido que enviara a la pintora/artista/restauradora, etcétera.

La Nueva España · 10 septiembre 2007