Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, De Transición y copas

Ignacio Gracia Noriega

Los socialistas de Latores

El grupo de este pueblo de Oviedo permaneció más o menos organizado durante todo el franquismo

Juan Luis Vigil, mi viejo amigo, me reprochaba en la pintoresca bronca-prólogo que le puso a uno de mis libros que «considere que el socialismo es algo que está bien para las cuencas mineras, pero que resulta antagónico con la villa llanisca».

Y yo creo que, una vez más, se equivoca Vigil, porque una cosa es el socialismo mariachi de mi pueblo y otra bien distinta los socialistas de Latores. Y Vigil, que cuando menos conoció a estos últimos, y como persona avisada que es, debería percatarse de la diferencia. Aunque a lo peor no se enteró de que existía Latores, preocupado como estaba a partir de un cierto momento por introducirse en las «altas esferas», lo que le conduciría, con el tiempo, a recibir sobre sus frágiles hombros el grato peso de la púrpura para ser aplastado por él, tal como era previsible.

Latores es un pueblo largo, situado al ocaso de Oviedo, más allá del Cristo. También se entra a él por la antigua carretera de Galicia, poco después de pasada La Gruta, y por la carretera de Mieres.

Entre estas dos carreteras se extiende el caserío sobre un terreno suavemente ondulado y soleado. «Le combaten todos los vientos», apunta Madoz. Y si Latores, hace años, era relativamente grande en extensión, también era una localidad variada en lo que a la población se refiere, porque coexistían en el vecindario socialistas y señoras que organizaban excursiones a Lourdes.

En esta ocasión nos ocuparemos de los socialistas, aunque también recuerdo con afecto a las señoras que iban a Lourdes, piadosas y de derechas, algunas de ellas amigas de mi madre.

Aunque parezca increíble, los socialistas de Latores constituyeron un grupo que permaneció más o menos organizado durante todo el franquismo. Como eran vecinos, y el pueblo, aunque largo, era pequeño, se veían diariamente y se reunían de vez en cuando. El último lugar de reunión fue el garaje de la casa de Baldomero, «Mero».

También había algún socialistas en Cerdeño, a la salida de Oviedo, hacia Colloto, pero allí no había la organización, rudimentaria, si se quiere, pero organización al fin y al cabo, de Latores. En realidad, los únicos focos socialistas que se mantuvieron en Asturias, contra viento y marea, fueron el de Latores y el de la Hueria de Carrocera.

Los de Latores tenían como contacto con El Entrego al veterano y ejemplar militante Pepe Llagos, y con Oviedo al no menos veterano y ejemplar Manuel Llaneza Prieto, que vivía en Cabornio, y había participado, siendo muy joven, en la huelga revolucionaria de 1917, y después en la revolución de 1934, en la guerra civil de 1936-37, y en las luchas de la clandestinidad. Trabajador en la Fábrica de Explosivos de La Manjoya, había quedado seriamente afectado en los pies y en la vista a causa de una de sus explosiones. Llaneza tenía los ojos medio quemados, le faltaban las pestañas, y tenía que usar unos zapatos enormes, muy altos de empeine. Andaba arrastrando los pies, como a trompicones, y mirando hacia todos lados, porque sólo distinguía sombras. No obstante, todos los domingos que jugaba el Real Oviedo en Buenavista se colocaba a la entrada del campo de fútbol y repartía pasquines. En una ocasión le dio uno al comisario Ramos, que se detuvo, le miró de arriba abajo y le preguntó con tono paternal (pues la gente de la Policía Político-Social a veces se mostraba paternal, tal vez por desviación profesional):

–Pero Llaneza, ¿todavía andas metido en estos berenjenales?

–Ya ve, don Claudio -contestó Llaneza, bajando la cabeza; y al comprobar que no le detenía, continuó repartiendo los pasquines.

El primer núcleo de los socialistas de Latores estuvo compuesto por Prisciliano Huerta, que había perdido una pierna durante la guerra civil; Baldomero, Amador Fernández, Amalio el Raposu y Benjamín, que fue capitán del Ejército Republicano.

También andaba por allí el «Porretu», cuyo hijo, Pepe «el Porretu», hombre rubio, fuerte y alegre, llamaba «compañeros» a los clientes de confianza y estaba a todas horas de buen humor; en la actualidad tiene un gran restaurante en el propio Latores. Y, naturalmente, Manolo Crespo, fuerte, callado y siempre con una sonrisa en los labios, que tenía varias vacas en su cuadra, y Gelu Cantera, que era carnicero, y un gran tipo, de rostro noble y congestionado.

Miro y Onofre, que eran de Olloniego, estaban asimilados a Latores, lo mismo que Julián Romanillos, un socialista prudente y sabio que había llegado a Asturias después de la guerra civil (me parece que era manchego) y no tardó en convertirse en una figura clave de la organización de Latores. Asimismo, era de Latores Avelino Cadavieco, aunque residía en Oviedo.

Con el tiempo, algunos jóvenes empezaron a participar en los conciliábulos de los veteranos, como Pepín, el hijo de Baldomero, conocido en todas las organizaciones socialistas asturianas por Pepín el de Latores.

Latores fue utilizado en algunas ocasiones como «cuartel de invierno» por los guerrilleros José Mata y el comandante Flórez, que acabó casándose con Carmen, que era del lugar. Allí pasaron algún invierno aquellos luchadores del monte, pues, como hemos señalado, Latores y la Hueria de Carrocera (que Mata prefería llamarla con el nombre antiguo, la Hueria de San Andrés), encima de El Entrego, eran los dos refugios posibles, por ser los únicos en los que se mantenía algún tipo de organización.

Según me contó Mata en una carta, los otoños, en Asturias, son confortables para el guerrillero, porque los bosques encendidos ofrecen magníficos refugios y la Guardia Civil o la brigadilla «tenían que pisarte para verte»; pero los inviernos son duros, los bosques sin hojas permiten ver lo que hay detrás de los árboles y las negras figuras de los que van por las montañas sobre la nieve son visibles desde lejos.

Durante esta época, los socialistas de Latores se reunían en la cerámica del Caleyu. A veces bajaba Mata, que cumplía funciones políticas dentro de la guerrilla socialista, en tanto que el comandante Flórez se ocupaba de las cuestiones militares. En 1959 o 1960, cayeron varios socialistas, entre ellos algunos de Latores, como Gelu y Emilio Llaneza, junto con Cabal, Peláez (de Trubia) y Genaro, del restaurante Niza, de Oviedo, que durante la transición habría de convertirse en una especie de cuartel general oficioso no sólo del PSOE, sino de la izquierda ovetense y aún asturiana en general. Cuando empezaron a organizarse las cosas en Oviedo, en la primavera de 1976, los de Latores acudían a las asambleas y a las reuniones en grupo. Las primeras reuniones se hicieron en el piso de Otero. También se hacían en el despacho laboralista de la calle General Elorza y luego en los locales del Alsa, en el otro extremo de la larga calle.

Allí estaban, como un solo hombre, Romanillos, Amador, Amalio el Raposu, Baldomero, Benjamín, Prisciliano y Manolo Crespo, que venía contento y tranquilo después de haber ordeñado las vacas. Pepín era a la vez portavoz y el conductor de la furgoneta en que bajaban, y un poco el líder del grupo, mientras Romanillos era el ideólogo. La sección socialista de Latores fue la primera que se constituyó en Oviedo, el 28 de agosto de 1976, días antes que la propia Agrupación ovetense, que surge de una asamblea celebrada el 3 de septiembre.

El acto se celebró en el garaje de Mero, e intervinimos en él Tino Zapico, que era de Avilés, por el Comité Provincial, y Agustín Tomé y yo por Oviedo. Previamente, Tomé y yo compramos un libro de actas en la librería de Santa Teresa (libro de actas de corta vida, porque no tardó en manipularlo Álvaro Cuesta por una marrullería en su beneficio, y durante algún tiempo hubo en la Agrupación de Oviedo dos libros de actas; luego, no sé qué habrán hecho con el manipulado).

Ya de noche, fuimos a Latores en un coche conducido por Tino de manera escalofriante. Asistieron al acto de fundación quince de los veintidós militantes, y se nombró un comité de sección, del que Benjamín fue el secretario político. Benjamín preguntó en qué consistía aquel cargo y Tomé le contestó que para tratar en términos políticos con algún comunista o persona de otro partido que se acercara por Latores, lo que no era probable.

Seguidamente, Tomé distribuyó entre los asistentes unas carpetas de formación, que contenían los estatutos, el programa máximo y mínimo y dos folletos: el «Comentario al programa socialista», de Pablo Iglesias, y el «Informe a la Comisión de Reformas Sociales», de Jaime Vera. Y una vez terminada la ceremonia política, se descorcharon unas botellas de vino y se cortó jamón.

La Nueva España · 5 noviembre 2007