Ignacio Gracia Noriega
La presura
Cuando el PSOE ganó las elecciones y Felipe González formó gobierno, los socialistas tomaron posesión del país, alegando toda clase de derechos al ser democráticamente elegidos
He visto por TV las dos entrevistas que se le hicieron a Luis Roldán, tan desagradables como inútiles. Pues ni él dijo nada nuevo en ninguna de las dos, ni los periodistas que le entrevistaron en ambas ocasiones parecían demasiado incisivos. No basta con la condena moral ni con que el manso y adoctrinado público que asistía al programa no aplaudiera al personaje cuando entraba en el plató, con aspecto de no haber roto un plato en su vida, perfectamente trajeado. Roldán se sentó en su silla dispuesto a aguantar un bombardeo, cuando lo único que le echaron fueron fuegos artificiales y él se limitó a echarle la culpa a Paessa, que sigue en paradero desconocido. Ni le hizo falta repetir demasiado lo de «si yo hablara», «si yo dijera», «si yo tirara de la manta». Tan sólo lamentó que otros pájaros de cuenta como Barrionuevo, Vera o Colorado se hubieran ido poco menos que de rositas, porque pagaron con pocos meses de cárcel, mientras él tiene que seguir durmiendo en la cárcel. Qué pena nos dio a todos, o por lo menos a mí, que soy de natural sensible.
No sé cuánto le habrán pagado a Roldán por estas dos apariciones televisivas, que por su descafeinamiento parecían pactadas. No cabe duda de que se trata de un buen fajador, que aguantó, impasible el ademán, algunos juicios duros pero inevitables. A fin de cuentas, a nadie puede sorprenderle que se le pueda llamar ladrón a Roldán y de hecho, él lo acepta sin inmutarse: llámame gallina y échame trigo. Una periodista del «agitprop» estaba empeñada en preguntarle qué sentía cuando por razón de su cargo de director de la Guardia Civil tenía que asistir a los funerales de guardias asesinados por ETA mientras él le estaba robando al Cuerpo a manos llenas. Calculo que le daría igual. Para ser el primer director civil de la Guardia Civil, se lució, y sobre todo se lució el PSOE nombrándole. Con lo que se evidencia el poco respeto del PSOE hacia el Benemérito Instituto, poniendo a su frente a un personaje de esa calaña. ¿O es que al PSOE le basta con el carné para distribuir cargos a diestro y siniestro? De este modo, el PSOE, que atorró a la nación con el inoportuno lema de «cien años de honradez y eficacia», se evidenció en los catorce años que ejerció el poder como el partido más corrupto de la historia de la democracia española, ese sistema de gobierno que como ya advertía don Alberto Lista en la primera mitad del siglo XIX, tiene demasiados estómagos y demasiadas manos. El PSOE fue espejo de honradez y eficacia porque nunca había tenido responsabilidades plenas de gobierno; pero en el momento en que empezó a gobernar González con mayoría absoluta, hubo que buscar otro lema.
Algo notable, no obstante, dijo Roldán, lo que me da pie para este artículo. Él ingresó en el PSOE en 1976. Entonces, en las organizaciones socialistas, tanto el partido como el sindicato, había cuatro gatos mal contados. Después, cuando empezó a escampar un poco y se percibieron las grandes posibilidades del Partido Socialista, se abrió el banderín de enganche y entró en el PSOE lo peor de cada casa: como en la Falange después de la Guerra Civil. Así que cuando el PSOE ganó las elecciones y Felipe González formó gobierno, aquello fue como si gobernara el PRI, con un fundamento jurídico que se remonta a la época medieval: la «presura», que consistía en tomar posesión de un territorio «res nulius» para aprehenderlo y hacerlo su presa, lo que daba lugar a un derecho de propiedad y dominio. Si el país no tenía dueño porque es del «pueblo soberano», sus representantes tomaron posesión de él, alegando toda clase de derechos, ya que habían sido democráticamente elegidos. Roldán, al entrar como director de la Guardia Civil, hizo una «presura». No fue el único, naturalmente, y no fue el PSOE el único partido que robó a mansalva. Otros lo hicieron también, sobre todo en los ayuntamientos. Lo que pasa es que los del PSOE lo hacían más rápido, como si temieran que la «presura» se fuera a terminar, tarde o temprano.
Sin embargo, a pesar de este manchón imborrable (mucho más imborrable que la «marea negra» del «Prestige»: lo que pasa es que el PP no sirve ni para recordarlo), el PSOE de 1976, fecha en la que ingresó Roldán, era de una perfecta, transparente, casi emocionante honradez. Bien es verdad que no había un duro, de manera que malamente se podía meter la mano en la caja. Pero los que estaban allí en 1976, salvo algunos clarividentes, muy pocos, no contaban con que llegaría el día en que todo el aparato del estado estuvieran a disposición de los socialistas. Se esperaba que, en el mejor de los casos, las cosas fueran mucho más lentas. Un día estaba yo tomando un vaso con Nacho Quintana en la barra del bar Cantábrico, y por la TV ponían el episodio de la serie norteamericana «Mash» de subido tono antimilitarista. Y Quintana comentó con vozarrón profundo, una pizca elegíaco:
–¡Cuándo llegará el día que se pueda presentar al Ejército en España como en esa serie!
Y llegó el día, no de hacer películas antimilitaristas, porque la gente de aquí no sabe hacerlas, sino de que llegara a ser ministra del Ejército una jovencita «progre», antimilitarista, internacionalista y embarazada, cosa inconcebible en cualquier país civilizado, y no pasó nada, absolutamente nada. Así que en este aspecto, como en otros parecidos, España se puso a la cabeza del mundo en menos de un cuarto de siglo.
Indalecio Prieto, uno de los políticos socialistas más capaces, aunque, lamentablemente, dos yates, el «Turquesa» y el «Vita», empañan su ejecutoria, reconoció, desde el exilio, que el pillaje no era la práctica habitual de los políticos, de la Monarquía constitucional ni de la República, y afirmó, de manera contundente, que los asalariados de los partidos, lo que ahora se llama «liberados», no deben presentarse a elecciones ni ocupar cargos políticos representativos, porque don Inda separaba la burocracia de la práctica política. En 1976 se trabajaba para el partido «gratis et amore», y si algún militante pasaba por dificultades económicas, como fue el caso de Marujina Fierres, el gran Emilio Llaneza organizaba una colecta. Estaba muy mal visto que se pagara a nadie, y cuando un tipo de los del aluvión que pretendía hacer carrera le ofreció a Llaneza veinte duros como compensación porque después de las asambleas barría el local (¡siendo como era el presidente honorario de la agrupación de Oviedo!), el veterano militante lo rechazó indignado: «¡Una peseta que acepte del partido me quemaría las manos¡», dijo. A un compañero que había regresado del exilio en Francia y que se ocupaba de la multicopista, se le permitía vivir en el altillo de un local alquilado como almacén: esta era la compensación que recibía Manolo Mondelo por jornadas de trabajo de diez o doce horas, en un nicho oscuro detrás de la estantería del despacho de abogado laboralista de Juan Luis Vigil.
En Oviedo, al menos, el PSOE y la UGT tenían la misma contabilidad y la misma caja, y lo que se obtenía de las cuotas no daba ni para sellos. Todos los trabajos habituales (embuzonamientos, pegadas de carteles por la noche, labores de oficina, etcétera), se hacían por militancia, y a nadie se le ocurría que alguien pudieran cobrar por aquello. Tan ingenuos éramos, que cuando surgió UCD, los viejos militantes se preguntaban cómo se las arreglarían para pegar los carteles electorales sin tener militancia. Pero los pegaron pagando por ello: algo que sin duda ahora el PSOE hace también, sin que a nadie le extrañe.
Plácido Arango puede contar mucho sobre los apuros a fin de mes para pagar los alquileres de los locales de la UGT y el PSOE en el edificio Alsa: por fortuna, Plácido era un casero comprensivo y simpatizante. Las JJ SS tenían, por su parte, un piso en Pumarín, que más bien utilizaban como «tumbadero», y del que estuvieron a punto de ser desalojados por no pagar la renta. Al enterarse Avelino Cadavieco, la pagó de su bolsillo, después de echar una bronca a los morosos, señalándoles que una de las cualidades principales del socialista debe ser la formalidad.
Se hablaba mucho en las otras organizaciones de izquierdas del «oro de Willy Brandt» que beneficiaba al PSOE y a la UGT. De las socialdemocracias europeas llegaban ayudas en forma de material propagandístico, pegatinas, etcétera, y creo que en La Felguera al Sindicato Minero: pero todas estas ayudas se fiscalizaban oportunamente, y las visitas de los socialdemócratas europeos acababan casi siempre revisando las cuentas.
Supongo que así sería el PSOE de toda España en 1976. Por lo que el PSOE en el que entró Roldán tenía muy poco que ver con aquel otro en el que consiguió encumbrarse y hacerse rico.
La Nueva España · 1 diciembre 2008