Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, De Transición y copas

Ignacio Gracia Noriega

El congreso de UGT del hotel Vaqueros en La Felguera

Avelino Pérez ganó ante el favorito, Manolito Villa, y una inesperada candidatura de Emilio Barbón que le favoreció

Entre el 16 de mayo de 1976 que se celebra el I Congreso regional de UGT en el salón de actos del Seminario Diocesano de Oviedo, y los días 23 y 24 de abril de 1977, en los que tiene lugar el II Congreso regional en el hotel Vaqueros de La Felguera, no ha transcurrido todavía un año, pero las cosas han cambiado muchísimo en España, en Asturias y en la UGT, en líneas generales para bien, e incluso para muy bien, aunque también para mal en otros sentidos: especialmente en uno que acabará adueñándose y corrompiendo el desarrollo político de la democracia que trabajosamente nacía. En menos de un año se ha perdido mucha inocencia y, en consecuencia, las actuaciones resultan menos desinteresadas y generosas: se percibe vagamente en el horizonte, entre la niebla, la figura del político y del sindicalista profesional, aunque ni los más pesimistas supusieron que acabarían acaparando en la práctica la actividad política, y, claro es, los cargos remunerados. Hasta entonces, todo se hacía gratis y poniendo dinero del propio bolsillo, cuando no había que pagar alguna multa gubernativa, que de todo hubo en la viña del Señor. Aunque ser socialista implicaba menos riesgos que ser comunista, pongo por caso, también los había.

Girón Garrote escribe con exactitud que «en los días previos al Congreso regional de la UGT se baraja la posibilidad de que Emilio Barbón deje la secretaría general y acceda a ella Manuel Villa, que había regresado del extranjero -había estado exiliado en Bélgica desde 1967- y que está realizando un activo papel en el sindicato». Estaba liberado por la FGTB (Federación General de Trabajadores Belgas), en la que se encargaba del departamento de emigración hasta que se le envió a España con el objeto de que la UGT, demasiado anclada en el pasado, tomara el aspecto de un sindicato moderno y europeo. Era un individuo pálido, de pelo rizado y traje gris, muy hablador y dicharachero. Le conocí en casa de Juan Luis Vigil. Lo recuerdo porque mientras estábamos charlando, sonó el timbre para entregarle a Vigil un paquete contrareembolso que Ludi pagó sin consultarle y que contenía una biografía de Lenin y un crecepelo. Se trataba, evidentemente, de una broma, que a Villa le hizo mucha gracia y a Vigil ninguna. Villa era el auténtico «tapado» y se comportaba con la seguridad que da serlo.

Tal vez porque estaba muy seguro no era consciente de que otros se movían en las sombras. La noche del 22 de abril, la víspera de la celebración del Congreso, José Ángel Fernández Villa y Belarmino García Noval llamaron a la puerta de la casa de Avelino Pérez, que vivía en Sama, al lado del lavadero de Modesta, para proponerle que presentara su candidatura como secretario general de la UGT de Asturias, en sustitución de Emilio Barbón. Avelino tenía un historial como minero, cosa que se valoraba mucho, y como luchador antifranquista, muy considerable. Había empezado a trabajar en la mina a los 15 años, pasando por Carbones Asturianos, La Nueva y el Pozo María Luisa. Pertenecía a la UGT desde 1953 y en 1960 fue detenido y procesado por el Tribunal de Orden Público (TOP), a raíz de lo cual pasó quince meses en la cárcel. Regresó a la mina, trabajando en el Pozo Venturo hasta 1962, en que durante la huelga general de la minería fue detenido de nuevo, pero consiguió escapar y refugiarse en Francia. En Toulouse estuvo liberado, hasta su regreso definitivo a Asturias, poco después de la muerte de Franco. Yo le conocí cenando callos en el Niza; recuerdo que Charito me preguntó: «Oye, ¿ese que parece un mono es también compañeru?».

Manuel Villa y Avelino Pérez tenían dos historiales muy importantes dentro del mundo sindical. Manolito Villa, que era como le conocían todos, era además un tipo valeroso y decidido. Una noche se encontraba charlando a la puerta de los locales de UGT, en la plaza de Primo de Rivera, con Sergio García, picador de San Vicente, en El Entrego, cuando de las sombras de la noche surgió un tipo empuñando una pistola y diciendo: «Rojos, voy a acabar con todos vosotros». Sin pensarlo dos veces, Manolito dio medio vuelta y de la bofetada que le soltó al pistolero, le lanzó contra un coche que estaba allí aparcado, el tipo rebotó y cayó al suelo de narices. La pistola era de agua, pero la bofetada de verdad, y el mentecato quedó en el suelo, doliéndose.

Al II Congreso regional asistieron cuatrocientos delegados elegidos en las secciones locales, que representaban a unos 15.000 afiliados, aunque el propio sindicato reconoce que se trataba de una cifra aproximada. Por aquel entonces figuraba entre las preocupaciones de la UGT dar a entender que contaba más afiliados que CC OO: lo que no era cierto, aunque en los otros sindicatos, y en CC OO sobremanera, se consolaban imaginando que el resurgimiento de las organizaciones socialistas se debía al apoyo económico del «oro de Willy Brandt» y de otros sindicatos socialdemócratas europeos. Lo que no era para tanto, aunque tampoco se pueden negar aquellas ayudas, que incluían el sueldo de «liberado» de Manolito Villa.

Las sesiones del Congreso se prolongaron durante dos días. Se debatieron ponencias muy aburridas y con su punto de pedantería, pero estaba claro que el número fuerte consistiría en la elección de la nueva ejecutiva, de la que se daba por seguro que Manolito Villa sería el secretario general. Yo estuve allí el día de la clausura como invitado, pues en rigor nunca pertenecí a UGT. El bar estaba abierto y se produjeron algunos incidentes con un entrañable y valeroso militante de Oviedo, a quien se amenazó con la expulsión. Luego habría otros incidentes y discrepancias verbales a causa de la nueva e inesperada ejecutiva, que no fue bien recibida por todos. En consecuencia, también aquí las cosas habían cambiado con respecto al congreso del Seminario, del que todos salieron unánimes y de acuerdo. En el hotel Vaqueros se mostraron discrepancias que hasta entonces no se habían manifestado nunca públicamente.

El momento culminante del congreso fue la elección del secretario general. La candidatura de Avelino Pérez no pareció representar un obstáculo insalvable para las aspiraciones de Manolito Villa, mas inesperadamente, terció Emilio Barbón, presentándose a la reelección con el apoyo de los delegados de Blimea, aunque según Antón Saavedra fueron los de la Pola de Lena quienes lo fraguaron. En este punto, sólo escribo lo que me contó Saavedra y lo publicó con su autorización. La candidatura de Barbón, pese a su enorme prestigio personal, no contaba con ninguna posibilidad de resultar elegida, aunque inclinó la balanza a favor de Avelino Pérez, que resultó elegido por una diferencia de cuarenta votos. La nueva ejecutiva estaba integrada por Avelino Pérez como secretario general; Carlos Alberto Fernández como secretario de organización; Cecilio Fernández como secretario de administración; Salvador de Dios Vázquez como secretario de información y prensa; José Manuel Álvarez como secretario de propaganda; Luzdivina García Arias, que era vocal de la ejecutiva nacional, como secretaria de formación; Maximino Pazos como secretario de coordinación; Manuel Miranda como secretario de conflictos laborales, y Arcadio Vallina como secretario de coordinación. También se eligieron las comisiones de conflictos y la comisión revisora de cuentas. Actuó como secretario de actas del congreso Salvador de Dios, de las que conserva copia.

En principio, Barbón apoyaba la candidatura de Villa (Manolito), frente al Sindicato Minero de Tuilla, que había presentado a última hora la candidatura de Avelino Pérez. Según Girón Garrote, la dispersión de los votos a favor de Manolito Villa se debía a que los de Blimea se empeñaron en votar a Barbón, aunque no era candidato, ya que el propósito del abogado de Laviana era volcar toda la actividad en el partido, del que saldría elegido diputado en las primeras elecciones generales. En realidad, la actividad de Barbón fue siempre más de partido que de sindicato y si fue elegido secretario general de la UGT en 1976 se debió a que resultaba difícil encontrar en las organizaciones socialistas otro que le igualara en prestigio.

El verdadero triunfador de este congreso fue otro Villa, José Ángel, que hasta entonces nunca aceptó cargos pretextando motivos de salud, que le obligaban a tomar unas pastillas muy caras, pero actuaba hábil y firmemente en la sombra y movía a sus peones. Nunca tuvo cargos en UGT, hasta que en 1979 fue elegido secretario general del Sindicato Minero (SOMA). En ese momento sale a la luz un inmenso talento político y organizativo, árbitro con aires de «capo» de la política asturiana durante casi un cuarto de siglo. Es imprescindible reconocer que si hubo en Asturias una figura política y sindical, fue José Ángel Villa. Un verdadero líder y un político ante el que hay que quitarse el sombrero, se esté de acuerdo con él o no.

Avelino Pérez fue elegido diputado en 1979, y le sucede como secretario general de UGT en el III Congreso, un gran sindicalista, Manuel Fernández, «Lito», el único que desde las organizaciones socialistas pudo llegar a ser equiparable a Juan Muñiz Zapico, «Juanín».

La Nueva España · 31 agosto 2009